martes, 7 de julio de 2015

Capítulo 16 - Verso 24



Así pues, mediante las regulaciones de las Escrituras, se debe entender lo que es el deber y lo que no lo es. Después de conocer esas reglas y regulaciones, se debe actuar de una manera en que uno se vaya elevando gradualmente.

SIGNIFICADO
Como se afirma en el Decimoquinto Capítulo, todas las reglas y regulaciones de los Vedas están hechas para conocer a Krsna. Si uno entiende a Krsna con El Bhagavad-gita y se sitúa en el plano de conciencia de Krsna, dedicándose al servicio devocional, ha alcanzado la máxima perfección del conocimiento que ofrece la literatura védica. El Señor Caitanya Mahaprabhu hizo que este proceso fuera muy sencillo: Él tan sólo le pedía a la gente que cantara Hare Krsna, Hare Krsna, Krsna Krsna, Hare Hare/ Hare Rama, Hare Rama, Rama Rama, Hare Hare, que se dedicara al servicio devocional del Señor y que comiera remanentes de comida ofrecida a la Deidad. Aquel que se dedica directamente a todas esas actividades devocionales, se considera que ha estudiado toda la literatura védica. Él ha llegado a la conclusión de un modo perfecto. Claro que, en el caso de las personas ordinarias que no están en el plano de conciencia de Krsna o que no se dedican al servicio devocional, lo que se debe hacer y lo que no se debe hacer lo tienen que decidir las disposiciones de los Vedas. Uno debe actuar de conformidad con ello, sin objetar. Eso se llama seguir los principios de los sastras, o las Escrituras. Los sastras no tienen los cuatro defectos principales que se ven en el alma condicionada: sentidos imperfectos, la propensión a engañar, la certeza de cometer errores y la certeza de estar engañado. Esos cuatro defectos principales de la vida condicionada lo incapacitan a uno para formular reglas y regulaciones. Por consiguiente, las reglas y regulaciones tal como se exponen en los sastras —puesto que están por encima de esos defectos—, las aceptan sin alteración todos los grandes santos, los acaryas y las grandes almas.
En la India hay muchos grupos en el campo de la comprensión espiritual, y todos ellos por lo general se clasifican en dos: el impersonalista y el personalista. Ambos grupos, sin embargo, conducen su vida de conformidad con los principios de los Vedas. Sin seguir los principios de las Escrituras, uno no puede elevarse a la etapa de la perfección. Por lo tanto, aquel que entiende de hecho la esencia de los sastras, se considera que es afortunado.
En la sociedad humana, la aversión a los principios que llevan a comprender a la Suprema Personalidad de Dios, es la causa de todas las caídas. Ésa es la ofensa más grande de la vida humana. En consecuencia, maya, la energía material de la Suprema Personalidad de Dios, siempre nos está dando problemas en la forma de las tres clases de sufrimientos. Esta energía material está constituida por las tres modalidades de la naturaleza material. Uno tiene que elevarse al menos hasta la modalidad de la bondad, antes de que se pueda abrir la senda hacia la comprensión del Señor Supremo. Si uno no se eleva hasta el nivel de la modalidad de la bondad, permanece en los planos de la ignorancia y la pasión, que son la causa de la vida demoníaca. Aquellos que se encuentran en los planos de las modalidades de la pasión y la ignorancia, se burlan de las Escrituras, se burlan del hombre santo y se burlan de la debida comprensión de la Suprema Personalidad de Dios. Ellos desobedecen las instrucciones del maestro espiritual, y a ellos no les importan las regulaciones de las Escrituras. A pesar de oír las glorias del servicio devocional, ellos no se sienten atraídos a él. Así pues, ellos elaboran su propia manera de elevarse. Ésos son algunos de los defectos de la sociedad humana que conducen a la posición de la vida demoníaca. Sin embargo, si uno puede ser guiado por un maestro espiritual idóneo y genuino, que pueda llevarlo a uno a la senda de la elevación, a la etapa suprema, entonces la vida de uno se vuelve un éxito.

Así terminan los significados de Bhaktivedanta del Decimosexto Capítulo de El Srimad Bhagavad-gita, en relación con la naturaleza divina y la demoníaca.

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